domingo, 30 de diciembre de 2012

Cuestión de tacones.


Sobre sus tacones pisa fuerte y segura, levantando las calles. En el trabajo sabe que materializar a la perfección: inteligencia, ambición y convicción, son la clave de su éxito.

Cuando llega a casa, está Él, y las cosas cambian, baja de sus tacones callando lo que lleva esperando desde hace 5 años, un giro de 180 grados que nunca acontece, solo se deja intuir tras cada discusión y posterior portazo… 

Había llegado al límite de su paciencia pero por enésima vez lo aceptará con "carita" de cordero.

¿Era eso lo que ella quería?

Él piensa que con flores, un puñado de palabras bien preparadas, y esas caricias que desembocaban en la cama el único terreno en el que si se entendían, se arreglaba todo… Pero no sabe que pronto esa puerta no se volverá a abrirse, y los tacones retumbaran por todas partes.

domingo, 23 de diciembre de 2012

El Cartero


“Al principio abría el buzón y ansioso buscaba entre el resto correspondencia esperando encontrarte.

Ahora que he abandonado tu recuerdo, el cartero entre recibos y facturas siempre entrega buenas noticias”. 


domingo, 16 de diciembre de 2012

Paseo en solitario.


Recuerdo perfectamente aquella tarde. Como siempre, comprobé rápidamente mis bolsillos, y tras mirar por la ventana, envolví  mi cuello en aquella larga bufanda que ya no uso, aquel otoño parecía obligado a desaparecer por un invierno que se presentaba sin avisar. Así me lance a la calle, por primera vez, a la deriva en un improvisado paseo.
Comencé saliendo por una de las bocas de metro de centro de la ciudad, una ciudad que por entonces apenas conocía aun siendo la mía. Caminaba con paso indeciso, sin rumbo. Paso a paso observaba a mí alrededor. Recreándome, en pequeños detalles, olores, colores… jugando a ponerles nombre a los personajes que caminaban a paso vertiginoso, imaginando sus historias a través de pequeños detalles.
Siempre iba, y voy, acumulando cosas que quiero hacer mientras estoy trabajando, y al final nunca hago. De repente recordé algo, llevaba tiempo queriendo visitarlo, (tiempo intentando convencer a alguien para que me acompañara) y me encaminé con paso decidido hacia el Museo Principal.
Tras pasar por la taquilla, me planté frente a aquel monumental edificio y comencé a ascender lentamente por los escalones que conducían hasta la entrada. Me encontré con un muchacho. Óscar decidí llamarle. Era un novel fotógrafo, que en una postura casi imposible, sujetaba entre sus hábiles y precisas manos una clásica cámara réflex. Sonreía mientras le miraba inocentemente.
Entré. Y recorrí algunas de las decenas de salas, impresionado, perdía la mirada por la inmensidad de la galería, tratando de buscar alguna imagen que me resultara familiar. Me detuve en alguna pintura, apenas unos segundos. Pero esta vez las pinturas pronto pasaron a segundo plano… Los visitantes del museo comenzaron a ser más interesantes: Un pequeño cuaderno de notas acompañaba a una pizpireta Berta. Un lienzo y un pincel a Miguel, un pintor de densa mirada ante un amplio paisaje. Amanda y Víctor con los dedos entrelazados compartían susurros y picaras miradas a lo largo del pasillo central.
Frene mis pasos en seco.
Por un instante, busqué de nuevo en los bolsillos algo que aquella tarde no había metido, sentí vértigo. Perdido traté de ayudarme de un pequeño plano para ubicarme. Pero esto no ayudó, sino todo lo contrario. En el bolsillo no había nada que calmara mi necesidad de compartir, ahora estaba yo solo; esa sensación de soledad me frustraba.
Apenas habrían pasado treinta minutos pero salí del museo, solo y desorientado, pensando que había sido estúpido salir solo. En la cabeza hervían miles de ideas inconexas que solo conseguían resolverse en una absoluta e incontrolable sensación de vacío... en medio de toda esta revolución de incomodas sensaciones, vi a lo lejos una figura que resultaba familiar. Óscar, con su cámara colgada y un abrigo largo sin abrochar, como si el frío no fuese con él.
Iba deteniéndose a capturar, edificios, personas, instantes... volvía a meter las manos en los bolsillos y seguía caminando. A una distancia prudencial le veía tomar alguna que otra foto más. Inicié una inconsciente y sutil persecución. En una ocasión coincidimos esperando en un semáforo y vi sus ojos, con mirada de abstracción, enmarcados en una barba cobriza perfectamente abandonada.
Óscar, estaba disfrutando en soledad de su paseo, como yo, hasta que sentí esas sensaciones. Se había convertido en un peculiar compañero de viaje y en un referente que me ayudó a serenarme, a ordenar ideas. Ambos llegamos a una calle mucho más transitada, donde resultó cada vez más complicado seguirle la pista. Finalmente su cabeza se difuminó entre la multitud.
Giré mis ojos, mi cara, mi cuerpo,… no, el ya no estaba; pero fue curioso terminar aquella persecución ante la misma boca de metro por la cual había salido un par de horas antes.

martes, 11 de diciembre de 2012

El Café

"Sirvió los dos cafés, un cortado y otro solo, lentamente removieron los problemas, sorbo a sorbo saldaban una amarga conversación, los conflictos se fueron enfriando para acabar fundiéndose en el dulce sabor que siempre queda al final de la taza".

viernes, 7 de diciembre de 2012

Pide un deseo...


Con fuerza agarro la moneda, tratando de que los deseos no se me escapen entre los dedos. 

Tras unos segundos, lanzo mis ilusiones al aire  para que se fundan con el resto en el fondo de la fuente... 

¿Será cara o será cruz?