lunes, 4 de abril de 2011

La Primera

Madrid, Abril. Tarde de sábado soleada. La vida transcurría a un ritmo casi frenético para el chico. Aunque mantenía aquellos grandes ojos negros bien abiertos; aprendía, escuchaba y conocía a personas realmente interesantes.

Durante la semana caminaba con una estúpida sensación de inercia que cada día le hacía sentirse más una máquina. Los fines de semana, cuando tenía tiempo, se paraba a tomar una gran bocanada de aire... dedicando su tiempo libre a cualquier cosa que no le hiciera pensar en trabajo.

Aquella tarde se preparaba para disfrutar de una noche con amigos entre risas, bebida y comadreo. Tras una breve y necesaria sesión de ejercicio, en el aseo y con esa desnudez que precede a una buena ducha, recortaba su barba. Cuando, repentinamente, reparó en su presencia entre la oscura frondosidad de su vello facial, solitaria y blanca.

La primera cana. 

Continuó con su relajante ritual pensando: -¿Tendré que dejar de ser el chico desde este mismo momento? Y, tras esa bocanada de aire, la vida volvió a tomar la misma inercia de siempre.